Stefanía Fernández goza ayudando a los demás. No quiere ser ni actriz, ni modelo, ni política. Está muy enamorada y asegura que Osmel Sousa no es el monstruo que creemos...
Por Andrés Martínez Tutek/NYC 11 de mayo, 2010
Han pasado ocho meses desde que Stefanía Fernández saltó como una niña chiquita en Bahamas con aquel vestido rojo cuando recibió la corona de Miss Universo y, aunque la reina no niega que ha disfrutado las mieles de la fama, con los pies en la tierra asegura que su verdadera corona es ayudar a los demás.
Aunque suene a frase de cajón y a pesar de que los desfiles, los eventos, las cámaras, los tacones, el maquillaje y las limosinas son parte del mundo real de Miss Universo, con mucha humildad esta joven de 19 años confiesa que lo más importante de su reinado ha sido el trabajo que hace con los portadores del virus del VIH y los enfermos de sida.
"Eso es lo que realmente importa y conocer esas historias de seres humanos normales que sufren y ríen como cualquier otro y que necesitan de nosotros, es lo que más me ha enseñado", comentó la bella venezolana. "Las personas con VIH son personas como tú y como yo y la gente debe aprender a educarse más sobre el tema y proteger más su vida".
Pero Stefanía no sólo se preocupa por las personas afectadas con el VIH, pues aunque no quiso hacer mucha alharaca cuando se cortó el cabello, la razón principal no fue simplemente cambiar de estilo. Su mayor deseo era donar su pelo a una organización de cáncer para que con él pudieran hacer un par de pelucas para algunos niños en quimioterapia.
Pero mejor ahora hablemos de amor. Cuando se toca ese tema, a Stefanía le brillan los ojos. El responsable es el estudiante de derecho Julio César Marcolli, quien en febrero pasado estuvo envuelto en un escándalo en el que lo acusaban de un homicidio del que finalmente se determinó que no tenía nada que ver.
"Lo amo mucho. Es extremadamente romántico y me cuida tanto que, incluso hace unos días que estuve enfermita, me hizo un remedio con miel y cebolla que me curó", comenta la venezolana con una sonrisa que le enmarca sus finas expresiones.
Y nos cuenta un secretito. "Mi novio se vino a vivir a Nueva York a hacer un trabajo con Naciones Unidas". Así pueden estar más cerca y disfrutar momentos maravillosos como ocurrió hace unas semanas cuando juntos fueron a montar en helicóptero por primera vez.
Ahora hablemos de Osmel Sousa, el juez implacable de Nuestra belleza latina que para muchos parece ser el monstruo del cuento de hadas que viven las concursantes en la mansión de la belleza. Miss Universo lo defiende y tiene su propia teoría.
"Él no es así, eso es un personaje que han creado en el programa para ponerle picante al show. Osmel es un amor, es un hombre tan bueno que hasta íbamos los domigos a misa juntos".
Estefanía sabe que en solo tres meses todo este sueño de la reina entaconada, que un día está en Nueva York, otro día en Indonesia, otro en Panamá y luego en cualquier lugar del mundo, va a terminar, pero eso no le angustia. Ella ya tiene claro que hacer.
¿Será que se irá por la actuación, seguirá en las pasarelas, imitará a su amiga Ada Aimée de la Cruz y se volverá política, o se inclinará por el teatro como su paisana Alicia Machado, o por la música como la ex Miss Universo Amelia Vega? Pues nada de eso. Su deseo es mucho más ingenuo y aterrizado.
"Quiero ir a la universidad y graduarme de comunicaciones. Me veo más en el campo del periodismo y ya le pedí a mi mamá que me inscriba".
Lo mejor de todo es que ahora podrá pagar de su propio bolsillo su carrera, pues como ella misma dice, la niña aquella que hace tres años se montó en el bus de los reinados, a la que en el colegio apodaban "la jirafa" por su largo cuello, ahora es una mujer "bella y derecha" que puede pagarse sus propias cosas. Lo mejor de todo. "La plata que uno gana como Miss Universo alcanza para ahorrar un poquito y hasta me queda para comprarle a mi familia los regalitos cuando regrese a mi casa".
Por Andrés Martínez Tutek/NYC 11 de mayo, 2010
Han pasado ocho meses desde que Stefanía Fernández saltó como una niña chiquita en Bahamas con aquel vestido rojo cuando recibió la corona de Miss Universo y, aunque la reina no niega que ha disfrutado las mieles de la fama, con los pies en la tierra asegura que su verdadera corona es ayudar a los demás.
Aunque suene a frase de cajón y a pesar de que los desfiles, los eventos, las cámaras, los tacones, el maquillaje y las limosinas son parte del mundo real de Miss Universo, con mucha humildad esta joven de 19 años confiesa que lo más importante de su reinado ha sido el trabajo que hace con los portadores del virus del VIH y los enfermos de sida.
"Eso es lo que realmente importa y conocer esas historias de seres humanos normales que sufren y ríen como cualquier otro y que necesitan de nosotros, es lo que más me ha enseñado", comentó la bella venezolana. "Las personas con VIH son personas como tú y como yo y la gente debe aprender a educarse más sobre el tema y proteger más su vida".
Pero Stefanía no sólo se preocupa por las personas afectadas con el VIH, pues aunque no quiso hacer mucha alharaca cuando se cortó el cabello, la razón principal no fue simplemente cambiar de estilo. Su mayor deseo era donar su pelo a una organización de cáncer para que con él pudieran hacer un par de pelucas para algunos niños en quimioterapia.
Pero mejor ahora hablemos de amor. Cuando se toca ese tema, a Stefanía le brillan los ojos. El responsable es el estudiante de derecho Julio César Marcolli, quien en febrero pasado estuvo envuelto en un escándalo en el que lo acusaban de un homicidio del que finalmente se determinó que no tenía nada que ver.
"Lo amo mucho. Es extremadamente romántico y me cuida tanto que, incluso hace unos días que estuve enfermita, me hizo un remedio con miel y cebolla que me curó", comenta la venezolana con una sonrisa que le enmarca sus finas expresiones.
Y nos cuenta un secretito. "Mi novio se vino a vivir a Nueva York a hacer un trabajo con Naciones Unidas". Así pueden estar más cerca y disfrutar momentos maravillosos como ocurrió hace unas semanas cuando juntos fueron a montar en helicóptero por primera vez.
Ahora hablemos de Osmel Sousa, el juez implacable de Nuestra belleza latina que para muchos parece ser el monstruo del cuento de hadas que viven las concursantes en la mansión de la belleza. Miss Universo lo defiende y tiene su propia teoría.
"Él no es así, eso es un personaje que han creado en el programa para ponerle picante al show. Osmel es un amor, es un hombre tan bueno que hasta íbamos los domigos a misa juntos".
Estefanía sabe que en solo tres meses todo este sueño de la reina entaconada, que un día está en Nueva York, otro día en Indonesia, otro en Panamá y luego en cualquier lugar del mundo, va a terminar, pero eso no le angustia. Ella ya tiene claro que hacer.
¿Será que se irá por la actuación, seguirá en las pasarelas, imitará a su amiga Ada Aimée de la Cruz y se volverá política, o se inclinará por el teatro como su paisana Alicia Machado, o por la música como la ex Miss Universo Amelia Vega? Pues nada de eso. Su deseo es mucho más ingenuo y aterrizado.
"Quiero ir a la universidad y graduarme de comunicaciones. Me veo más en el campo del periodismo y ya le pedí a mi mamá que me inscriba".
Lo mejor de todo es que ahora podrá pagar de su propio bolsillo su carrera, pues como ella misma dice, la niña aquella que hace tres años se montó en el bus de los reinados, a la que en el colegio apodaban "la jirafa" por su largo cuello, ahora es una mujer "bella y derecha" que puede pagarse sus propias cosas. Lo mejor de todo. "La plata que uno gana como Miss Universo alcanza para ahorrar un poquito y hasta me queda para comprarle a mi familia los regalitos cuando regrese a mi casa".
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